Navidad, navidad, dulce navidad…el corazón me palpita en el pecho con ganas de salir por la boca, también cantando navidad...¡Todo es tan hermoso!
Realmente esto de la Navidad debió de ser un milagro y, a día de hoy, el milagro se repita todavía año tras año. No hay más que ver que de un día para otro, todos somos FELICES Y BUENOS, porque oye, el día 23 tu vecino es un gilipollas que siempre aparca, a mala leche, delante del vado y el 24 por la noche vas y le deseas una Feliz Navidad, un próspero Año Nuevo, lo invitas a una copa de champán acompañada de los polvorones del año pasado (la crisis no ha dado para más pero este día no se piensa en crisis) y abrazos y pasa hombre, siéntate verás al fiera de mi cuñado contando chistes (el cuñado es otro capullo que en cuanto te ha visto te ha dicho, ¡joder macho, no paras de engordar, como se nota lo bien que vives!) pero anda, pelillo a la mar que es nochebuena.
Pones la tele y el Corte Inglés te promete los mejores días de tu vida, las burbujas de freixenet nos dibujan un universo bañado (nunca mejor dicho) en oro y glamour... y esos maratonianos programas donde, famosos y famosotes te piden que seas solidario con los niños que pasan hambre en el mundo y hagas un donativo. Esos niños, que yo me pregunto por qué lo pasan tan mal en navidad, porque el resto del año poco se hace por ellos, supongo que se gastarán los muchos millones en juergas y lujos y luego el día de navidad no tienen un langostino que llevarse a la boca…no sé, es muy raro.
Las entrañables películas americanas educándonos en el espíritu navideño, porque oye hay que ver que en ese país siempre hay algún despistado que lo pierde, claro que al final de la película y, gracias a la inapreciable ayuda de un ángel que se tiene que ganar las alas o el alfiler o las pantuflas, termina encontrando al escurridizo espíritu ese.
Bueno y luego llega la noche vieja, las uvas, los buenos deseos y los no menos buenos, propósitos para el nuevo año, el cotillón, los zapatos de tacón de aguja que te has tenido que comprar en el rastro y que te están machacando los pies, la columna y la cabeza pero tú aguantas estoicamente, el mini-bolso de lentejuela que sólo sirve para estorbar porque dentro no cabe ni un paquete de pañuelos ¡pero es que era tan mono, verdad!
Concluyendo, todo dicha y felicidad, mucha felicidad que ya llegará la cuesta de enero y miraremos la cartera y entonces…ah ¿otro milagro? ¿DEPRESIÓN POS-NAVIDAD???????????????
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