Mi concepto sobre el ser humano cada día es más elevado. Son las once de la mañana, como tantas otras veces me hallo sentada en una de las decadentes mesas del bar de la estación de autobuses. Un joven de unos treinta años juega a las máquinas tragaperras, a pesar de sus intentos no consigue que el arca derrame sus riquezas. Su mujer desde la barra, mientras agarra a un niño pequeño que quiere irse a jugar, lo mira preocupada, él sigue echando monedas que la hambrienta máquina devora sin piedad. En estas se acerca un prójimo que parece ser también espectador de la batalla y dice pesaroso, solidario con el desafortunado “dentro de un rato viene cualquiera con un euro y se lo saca todo” y se escucha decir a la mujer “cómo lo sabes….! El camarero cabecea lamentando la infortuna del pobre inversor y éste termina yéndose del bar con su mujer, su hijo y un con un buen puñado menos de monedas en el bolsillo, quejumbroso de su mala suerte.
Vamos a ver, que la máquina se llama tragaperras, con eso está todo dicho y los idiotas la miran como un campo abonado donde vigorosamente se reproducirán y multiplicarán las monedas que ellos echen ¿Hasta dónde puede llegar la estupidez de este animal que se llama racional?
Otro, apoyado en la barra, con una copa vacía, un vaso de agua medio lleno y cara de funeral, sujeta con la mano derecha un cigarrillo demasiado baboseado. El individuo, tengo que decirlo, está casado y tiene dos hijas pequeñas, vive en un piso que comunica a través de unas escaleras con una “cafetería – bar – taberna” de mala muerte que se supone, él regenta.
Nada más abrir la puerta de cristales rotos y tapados con cartones y precinto, un horrible olor a establo te abofetea sin pudor alguno y si pides un café te lo sirven recalentado por un microondas que se esconde tras una lamparosa cortina que, en su día, debió ser de color verde.
No son pocas las críticas que yo tengo contra el gobierno, la oposición, los gobernantes, los que aspiran a serlo y los maceteros que siempre se encuentran en los alrededores. Pero es que también hay que reconocer que el pueblo se las trae ¿Qué se puede ser después de necio? Que nadie conteste por favor, no quiero saberlo.
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